El seis de Diciembre, día de la Constitución Española, es el día de la Independencia en Finlandia. Ese día participé en una serie de actividades para celebrarlo.
A las seis de la tarde partía de la Universidad una procesión de alumnos hacia el cementerio, para homenajear al soldado desconocido. Todos iban con la gorra de matriculación (un cruce entre gorra de marinero y birrete), y algunos con antorchas. En Finlandia todos tienen mucho respeto hacia las guerras pasadas, se recuerdan (salvo la guerra civil, que todo el mundo parece fingir que no ocurrió) y se honran. Además, hay mucho temor hacia una nueva posible guerra que pueda surgir -que aunque nadie dice, todo el mundo da a entender que caso de surgir, probablemente sería contra Rusia-, y todos los edificios tienen sótanos diseñados para servir de refugios antibombas.
Después la procesión volvió al centro, donde los estudiantes teníamos reservado un lugar de primera fila para escuchar al alcalde y otras personalidades, y ver los fuegos artificiales. Hubo también un coro y música, aunque la banda era de niños y sonaba bastante mal. Muy curioso el sonido de las palmas enguantadas.
Después todo el mundo se retira a su casa a ver la tele. Se retransmite la recepción presidencial. Es una especie de baile en el palacio presidencial de Helsinki (no sé exactamente el nombre), en el que la presidenta recibía a todas las personalidades finlandesas de este año. Son cientos, y la presidenta da la mano a todo el mundo. Por este motivo, los invitados son citados en tres turnos de una hora cada uno. En cada turno, la presidenta y su marido se pasan de cuarenta y cinco a cincuenta minutos dando la mano a todos y cada uno de los invitados. Después, la presidenta abre el baile y todos a bailar, a seguir comiendo (el primero que entró lleva allí dos horas para entonces), y se corta la retransmisión. Hasta entonces, todos los telespectadores se lo han pasado muy bien viendo quién es cada uno y cómo va vestido. Aparecieron, por ejemplo, el campeón finlandés de salto de salto de longitud que derrotó al “español” (más bien cubano) en los juegos de Helsinki poco antes de llegar a Finlandia el pasado verano, y me pareció ver también a Barbie y a alguna de sus amigas.
Todo eso por cortesía de Irina, una de las tutoras de la universidad, que por falta de interés de su tutelado, me ha adoptado a mí. También vino otra gente que me conocía, como Elisa, que cuando salía me la encontré y me la llevé. Luego resultó que conocía a varias de las personas que allí estaban. Fue muy divertido por que nos enseñó a bailar varios bailes de salón con la música de la tele.
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