Habemus papam, y en Polonia, "musho papam". El papa en Polonia es un héroe nacional. Todo el mundo lo admira, habla de él y lo recuerda con orgullo. Pero no me estoy refiriendo al actual papa (al que también le quieren), sino a Juan Pablo II. Es el héroe nacional. En Polonia, el papa es más famoso que Jesucristo. Y lo digo con razón; por cada estatua o cuadro de Jesús, hay al menos tres del papa. En las librerías hay incontables biografías distintas de Juan Pablo segundo, por todas partes hay dibujos… ¡Y hasta han estrenado una película!
En definitiva, en Polonia la gente es más papista que el papa. Y el papa Juan Pablo II allí es como Elvis, que no ha muerto.
Claro que es comprensible en un país en el que los domingos va a misa hasta el que es ateo. Estando en Cracovia, pude ver como en la puerta de una iglesia, había un horario con las misas para el domingo. ¡Un total de cinco! Pero lo más asombroso es que todas, absolutamente todas, se llenaban hasta la bola. Parecía el estreno de “El Señor de los Anillos”; la gente seguramente había comprado entradas con anterioridad (no, no había disfraces, pero la gente iba muy bien vestida). Y a menos de doscientos metros había otras dos iglesias bien grandes, que también tenían sus respectivas misas, con sus respectivas multitudes.
Detalle curioso el observar que al menos una de cada cuatro personas, nada más entrar en la iglesia, se arrodillaban (con las dos rodillas), y se quedaban así, en una especie de trance, durante algunos minutos, como pidiéndole a alguien que no le cortasen la cabeza, o qué se yo. Sí, tanto sometimiento a un (D)ios en teoría compasivo y misericordioso me altera los nervios, que le voy a hacer.
En fin, un rollo, porque con tanto creyente no había manera de hacer turismo… Y las iglesias eran bien bonitas. Nada que envidiar a Sevilla.
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